Aunque con los programas de edición que existen hoy día, podemos obtener productos gráficos de una calidad inmejorable, no todo se limita a generar una composición y colocar elementos gráficos sin sentido. Un folleto no deja de ser un soporte de comunicación de nuestro negocio o empresa y, por tanto, hay que tener muy claras las ideas, cuidarlo con esmero y dedicar el tiempo que sea necesario hasta dar con el concepto que queremos transmitir.
Se puede pensar que es fácil, pero no lo es. Si observamos los folletos que actualmente caen en nuestras manos, sólo unos pocos logran captar la atención de la persona. ¿El motivo? La falta de planificación y las prisas. En el diseño de folletos se cometen con frecuencia errores que al final acaban limitando unos buenos resultados. ¿Quieres saber cuáles son los principales fallos?
Portadas sin gancho
La portada es lo primero en lo que se fija un potencial cliente. Si hacemos una portada de folleto demasiado común y estereotipada, poco vamos a conseguir. La atención se capta en los tres primeros segundos y pasado ese tiempo, es muy difícil que la persona se interese por el contenido que ofrece. Además una cubierta o portada mediocre no logrará que el folleto destaque frente a la competencia y menos aún si no guarda ningún tipo de conexión o relación con el contenido real del folleto.
Es muy habitual recurrir a bancos de imágenes para conseguir fotografías que, por otros medios, son más difíciles de tener. Es una opción correcta y lícita, pero hay un problema y es que podrías escoger alguna que ya ha sido utilizada por otros negocios. Aunque pienses que es mucha casualidad que te ocurra, es más habitual de lo que te piensas. Por tanto, siempre que quieras incorporar imágenes de recurso en tu folleto, intenta invertir un poco más de tu presupuesto y hacer fotografías propias y con estilo. Una sesión de fotos en condiciones evidentemente será un coste añadido, pero ya las tendrás para futuras acciones promocionales que quieras hacer.
Textos superfluos
Es verdad que la mayoría de gente tiene poco tiempo y paciencia para leer todo lo que hay en un folleto. Pero en cambio, sí que pueden hacerlo si detectan una frase o concepto que llame especialmente la atención.
Esta es la razón por la que hay que ser claros y concisos a la hora de explicar las cosas. El lenguaje hay que adaptarlo al perfil de cliente que pretendemos captar e introducir giros propios de la audiencia potencial. Un lenguaje sobrio no tiene sentido en un folleto dirigido a un público de entre 20 y 30 años y tampoco está justificado que utilices un lenguaje adolescente, si nuestro nicho de mercado está en un target adulto de un nivel adquisitivo alto.
Por tanto, es importante que si no tenemos soltura en escribir y adecuar el lenguaje a los requisitos de nuestra audiencia, recurramos a un copy o redactor que pueda hacernos esta tarea.
Por otra parte, los textos de un folleto no sólo tienen que ser informativos, sino también publicitarios. De ahí que sea vital, generar un “call-to-action”, es decir, una llamada de atención o frase impacto que despierte la curiosidad y el interés. Utilizar preguntas tipo “¿Te gustaría pasar un fin de semana inolvidable? suelen funcionar bastante bien. No serás el único en utilizarlas porque es una fórmula o giro publicitario que se utiliza a menudo, pero por lo menos te asegurarás que la gente esté más predispuesta a seguir leyendo el folleto.
Por supuesto, hay que elaborar un texto coherente y con sentido y sobre todo resumir las ideas principales en párrafos cortos. Olvídate de dar demasiados detalles o querer dar demasiada información. Para eso ya tendrán el teléfono de contacto, mail o dirección web a la que dirigirse, si quieren ampliar información.
La desorganización
Una de las diferencias entre un folleto atractivo y otro que no lo es, es la organización y coherencia de todos los elementos que lo conforman. Los folletos desorganizados y caóticos generan lecturas confusas y, por tanto, clientes insatisfechos.
El lector debe saber dónde buscar lo que le interesa saber y tiene el derecho a conocer, de un simple vistazo, qué es lo que se le está ofreciendo. Por tanto, es importante dar una coherencia. Se trataría de que todo el folleto y sus contenidos fluyeran por sí solos a través de los diferentes bloques, dando a cada uno de los apartados la función que le corresponde y eso quiere decir, entre otras cosas, empezar por la cubierta y terminar con la parte posterior.
Colores al azar
No hay que elegir nunca colores sin sentido o sin que estén mínimamente justificados. Tampoco hay que abusar de una paleta cromática demasiado amplia. Lo importante es escoger aquellos colores que sintonicen con lo que estamos ofreciéndole al cliente y centrarnos exclusivamente en ellos. Aquí tiene que ver mucho la psicología del color, es decir, las sensaciones que un determinado color despierta en una persona.
Por otra parte, el color a utilizar debería, como mínimo, adaptarse a los colores corporativos de nuestro negocio o al menos que esté presente en un porcentaje considerable.
Olvidar los detalles importantes
Uno de los fallos de muchos folletos es que obvian información que puede ser crucial. Es imprescindible ser claros acerca de la oferta que estamos lanzando y sobre todo ponerle fácil al lector cómo puede contactar con nosotros. Se pueden utilizar todas las técnicas se persuasión que se quieran, pero nunca hay que olvidar contestar al quién, cuándo, dónde, por qué y cómo.
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Fotos: Behance
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